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lunes, 22 de diciembre de 2014

La mano invisible de la corrupción espontánea ---John T Kennedy


La mano invisible de la corrupción espontánea
Autor: John T Kennedy (*)

En La riqueza de las naciones Adam Smith observó que los mercados generan orden espontáneo y no intencional, como si una mano invisible dirigiera el mercado libre. Para él, el auto-interés individual es la fuerza que mueve a esa mano invisible: “Al perseguir su propio interés, a menudo el individuo promueve el interés de la sociedad de una manera más eficaz que cuando tiene el propósito explícito de promoverlo”.

Propongo que hay otra mano invisible; una que hace que el gobierno genere desorden espontáneo y no intencional. La fuerza que mueve a esta otra mano invisible es la misma: cada individuo que participa en el gobierno está motivado por sus intereses particulares. Sin embargo, mientras que el auto-interés produce una cooperación benéfica en el mercado libre, también conduce rápidamente a la corrupción, cuando esos mismos individuos ejercen el control coercitivo a través del gobierno.

La Teoría de la Elección Pública explica la estructura de incentivos que nutre esta corrupción:
Si bien es de esperarse que los legisladores persigan el “interés público”, sus decisiones son acerca de cómo utilizar los recursos de otras personas, no los suyos propios. Además, esos recursos provienen de quienes pagan impuestos y de quienes son obligados a pagar mediante regulaciones, sin importar si quieren hacerlo o no. Puede que los políticos traten de gastar esos recursos ajenos de manera sabia. Sin embargo, sus buenas decisiones no les producirán ningún beneficio personal, ni obtendrán una porción de aquel dinero que hayan conseguido ahorrar para beneficio de los ciudadanos. No reciben una recompensa directa por luchar contra los poderosos grupos de presión, con el fin de beneficiar a un público que ni siquiera está enterado, o no sabe quién trabajó en su favor. Así, los incentivos para hacer una buena administración son débiles. Por el contrario, los grupos de presión, los grupos con intereses especiales, están organizados por personas que obtendrán enormes ganancias gracias a la acción gubernamental. Por ello proporcionan a los políticos fondos y gente para sus campañas. A cambio, serán escuchados por los políticos, y a menudo recibirán de éstos apoyo para sus metas.
Es decir, como los legisladores pueden cobrar impuestos y obtener recursos mediante la coerción, y como los votantes prestan muy poca atención a los actos de los legisladores, éstos actúan de formas muy costosas para los ciudadanos.

~ Jane S. Shaw: en The Concise Encyclopedia of Economics


¿Por qué los votantes vigilan apenas a sus legisladores? La verdad es que los votantes permanecen sustancialmente desinformados acerca de la conducta de sus legisladores porque así les conviene Cuando un consumidor quiere comprar un automóvil en el sector privado, tiene sentido que se esfuerce por saber qué automóvil se acoplará mejor a sus necesidades, puesto que será él quien reciba todos los beneficios de ese esfuerzo. Pero cuando el votante está decidiendo a qué representante elegir para un cargo público, no ve la necesidad de invertir mucho esfuerzo en ello, puesto que la posibilidad de que su voto influya en el resultado final de la elección es mínima, y porque él no obtendrá una tajada grande de los beneficios que pudiera producir ese voto suyo –el beneficio se distribuirá entre todos. Así, mientras los estatistas afirman que los gobiernos son necesarios para encargarse del problema de los bienes públicos, esto a su vez genera precisamente uno de esos problemas: el problema de controlar al gobierno.

Aun cuando el gobierno persiga de buena fe el interés público, aun así fracasará. Ludwig von Mises expuso la idea crucial: el control del gobierno destruye la posibilidad del cálculo económico. Los precios son las señales necesarias del cálculo económico ya que revelan las preferencias de los individuos. Sin esta medida de las preferencias individuales, es imposible hacer juicios económicos válidos. Y la intervención del gobierno en el mercado distorsiona los precios. El ideal estatista democrático es que las decisiones económicas sean tomadas por sabios representantes que persiguen el interés común. Se supone que a más sabios y justos sean esos representantes, más podremos confiar en ellos, y que si son suficientemente sabios y justos, podrán dirigir nuestros asuntos económicos de una forma que nos beneficiará a todos. Ludwig von Mises refutó este ideal: el gobierno, por muy sabio que sea, no puede administrar razonablemente bien la economía de los gobernados, porque el acto mismo de gobernar destruye la medición de las preferencias individuales, medición que es necesaria para tomar buenas decisiones económicas. El ideal estatista democrático no puede funcionar.

Muchos estatistas pueden tener buenas intenciones. Pueden desear honestamente el beneficio de usted. Pero su defensa del estado no está bien fundamentada, porque la mano invisible de la corrupción espontánea generará, necesariamente, un desorden no intencional.

(*) Originalmente el texto de Kennedy estaba en Strike the Root. Parece, sin embargo, que ya no.


Tr: William Gandhi


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