Dios, Patria confederada, Rey y Anarquía capitalista

Dios, Patria confederada, Rey y Anarquía capitalista

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Epílogo a: La historia de los judíos --de Paul Johnson

De Paul Johnson, La historia de los judíos (Vergara, Barcelona, 2005), pp. 695-697

EPÍLOGO

En su obra Antigüedades judaicas Josefo describe a Abraham como "un hombre muy sagaz" que tenía "unas ideas sobre la virtud superiores a las de otros de sus contemporáneos". Por consiguiente, "decidió modificar completamente las opiniones que todos ellos tenían acerca de Dios". Un modo de resumir cuatro mil años de historia judía consiste en preguntarnos cuál habría sido la suerte de la raza humana si Abraham no hubiese sido un hombre muy sagaz, o si hubiese permanecido en Ur y reservado para sí sus ideas superiores, y no hubiese existido un pueblo específicamente judío. Ciertamente, sin los judíos el mundo habría sido un lugar radicalmente distinto. La humanidad tarde o temprano hubiera llegado a descubrir todas las ideas judías, pero no podemos tener la certeza de que hubiera sido así. Todos los grandes descubrimientos conceptuales del intelecto parecen obvios e inevitables una vez revelados, pero se necesita un genio especial para formularlos por primera vez. Los judíos tienen ese don. Les debemos la idea de la igualdad ante la ley, tanto divina como humana; de la santidad de la vida y la persona humana; de la conciencia individual y, por lo tanto, de la redención personal; de la conciencia colectiva y, por lo tanto, de la responsabilidad social; de la paz como ideal abstracto y del amor como fundamento de la justicia, así como muchos otros aspectos que constituyen la dotación moral básica de la mente humana. Sin los judíos, ésta habría podido ser un lugar mucho más vacío.

Sobre todo, los judíos nos enseñaron el modo de racionalizar lo desconocido. El resultado fue el monoteísmo y las tres grandes religiones que lo profesan. Casi sobrepasa nuestra capacidad imaginar cuál habría sido el destino del mundo si ellos nunca hubiesen existido. Tampoco puede decirse que la penetración intelectual en lo desconocido se detiene en la idea de un Dios. En efecto, el propio monoteísmo puede interpretarse como un hito en el camino que conduce a la gente a prescindir por completo de Dios. Los judíos, primero, racionalizaron el panteón de ídolos y los convirtieron en un Ser Supremo; después, iniciaron el proceso de suprimir a Dios racionalizándolo. En la perspectiva final de la historia, Abraham y Moisés pueden llegar a parecer menos importantes que Spinoza, pues el influjo de los judíos sobre la humanidad ha sido proteico. En la Antigüedad fueron los grandes innovadores de la religión y la moral. En la Alta Edad Media europea eran todavía un pueblo avanzado que transmitía el conocimiento y la tecnología. Gradualmente fueron apartados de la vanguardia y se rezagaron, hasta que a fines del siglo XVIII se los vio como una retaguardia harapienta y oscurantista en la marcha de la humanidad civilizada. Pero entonces sobrevino una asombrosa y segunda explosión de capacidad creadora. Salieron de sus guetos, y de nuevo transformaron el pensamiento humano, esta vez en la esfera secular. Gran parte de la dotación mental del mundo moderno pertenece también a los judíos.

Los judíos no sólo fueron innovadores. También fueron ejemplos y paradigmas de la condición humana. Parecía que presentaban con claridad y sin ambages todos los dilemas inexorables del hombre. Fueron los "forasteros y viajeros" por antonomasia. Pero ¿no compartimos todos esa condición en este planeta, donde a cada uno se nos concede apenas una estancia de setenta años? Los judíos han sido el emblema de la humanidad desarraigada y vulnerable. Pero ¿acaso la tierra entera es algo más que un lugar de tránsito provisional? Los judíos han sido fieros idealistas que buscaron la perfección, y al mismo tiempo hombres y mujeres frágiles que ansiaban la abundancia y la seguridad. Querían obedecer la ley imposible de Dios, y también buscaban conservar la vida. Ahí está el dilema de las comunidades judías de la Antigüedad, que trataban de combinar la excelencia moral de una teocracia con las exigencias prácticas de un estado capaz de defenderse. El dilema se ha repetido en nuestro propio tiempo en la forma de Israel, fundado para realizar un ideal humanitario, y que ha descubierto en la práctica que necesita mostrarse implacable si quiere sobrevivir en el mundo hostil. Pero ¿acaso éste no es un problema recurrente que afecta a todas las sociedades humanas? Todos queremos construir Jerusalén. Parece que el papel de los judíos es concentrar y dramatizar estas experiencias comunes de la humanidad, y convertir su destino particular en una moral universal. Pero si los judíos asumen este papel, ¿quién se los asignó?


Los historiadores deben evitar la búsqueda de esquemas providenciales en los hechos. Es demasiado fácil encontrarlos, pues somos creaturas crédulas, nacidas para creer y dotadas de una imaginación poderosa que fácilmente reúne y organiza los datos para adaptarlos a un plan trascendente cualquiera. Sin embargo, el escepticismo excesivo puede originar una deformación tan grave como la credulidad. El historiador debe tener en cuenta todas las formas de la prueba, incluso las que son o parecen ser metafísicas. Si los primitivos judíos fueran capaces de analizar, con nosotros, la historia de su progenie, no hallarían en ella nada sorprendente. Siempre supieron que la sociedad judía estaba destinada a ser el proyecto piloto de toda la raza humana. A ellos les parecía muy natural que los dilemas, los dramas y las catástrofes judíos fueran ejemplares, de proporciones exageradas. En el curso de los milenios, que los judíos provocasen un odio sin igual, incluso inexplicable, era lamentable pero de esperar. Sobre todo, que los judíos sobreviviesen, cuando todos los restantes pueblos antiguos se habían transformado o desaparecido en los entresijos de la historia, era completamente previsible. ¿Cómo podía ser de otro modo? La providencia lo decretaba, y los judíos obedecían. El historiador puede decir: no hay nada a lo que pueda denominarse providencia. Quizá no. Pero la confianza humana en esa dinámica histórica, si es intensa y lo bastante tenaz, constituye en sí misma una fuerza que presiona sobre el curso de los hechos y los impulsa. Los judíos han creído que eran un pueblo especial, y lo han creído con tanta unanimidad y tal pasión, y durante un periodo tan prolongado, que han llegado a ser precisamente eso. En efecto, han tenido un papel porque lo crearon para ellos mismos. Quizá ahí está la clave de su historia.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Brevísima historia de un gato negro


Un día, este huraño gato del siglo 20 


echó a la basura sus libros de Marx (que nunca leyó ni mucho menos entendió) junto con sus panfletos de Bakunin, Kropotkin, la CNT y demás tonterías, y entonces se puso a leer a Burke, a Chesterton, a Rothbard, a Hoppe, a Pessoa y a Mad Monarchist... y de repente, cuas, se convirtió al



martes, 23 de diciembre de 2014

Refutando mitos republicanos sobre la monarquía ---Mad Monarchist




Refutando mitos republicanos sobre la monarquía

Autor: Mad Monarchist

Original en inglés: Rebutting Republican Myths



¡Las monarquías son no democráticas!

Falso. En realidad, la mayoría de las monarquías en el mundo de hoy son más democráticas que la mayoría de las repúblicas actuales. Además, de todos modos, en la mayoría de las repúblicas (incluso los Estados Unidos) el Presidente no es elegido directamente por el pueblo. Y, como sea, ser democrático no es necesariamente una cosa buena. Líderes benévolos y dictadores sanguinarios han llegado al poder a través de la democracia.


¡Las monarquías son muy caras!

No, no por un largo tiempo. Algunos monarcas (por ejemplo, el Príncipe de Liechtenstein) no le cuestan nada en absoluto a la gente. En el Reino Unido, el dinero que la Reina otorga al gobierno por los activos de la Corona (los Crown Estates) es mucho más que lo que ella recibe de la Civil List, por lo que Gran Bretaña gana dinero gracias a la monarquía. A menudo las repúblicas gastan más en sus presidentes, ex presidentes y primeras familias, que lo que gastan las monarquías en sus casas reales. Muchos países (como Australia, Jamaica o Canadá) comparten un monarca y no pagan nada, y se evitan el inmenso gasto de las elecciones y las campañas políticas.


Simplemente,¡la monarquía hereditaria no es justa!

¿Por qué no? ¿Hay algún sistema absolutamente justo para designar al líder nacional? No parece muy justo que una persona obtenga el máximo cargo sólo porque es más popular. El criterio debiera ser qué tan calificada está esa persona, y no si es buena para los discursos, o es más fotogénica, o más dispuesta a la corrupción y el engaño. En una monarquía el cargo más alto corresponde a alguien entrenado desde su nacimiento para cumplir esa función. En una república, incluso en las mejores circunstancias, al presidente electo le tomará la mitad de su tiempo el aprender a hacer su trabajo, y la otra mitad en hacer campaña para conservarlo; no parece un gran modelo de eficiencia. La sucesión hereditaria parece mucho más "justa" que otorgar el poder a aquél capaz de estafar dinero suficiente y prometer bastantes favores a los poderosos a cambio de llegar a la oficina más importante del país.


¡Las monarquías son peligrosas! ¿Qué tal si el monarca es incompetente?

Lo mismo podría preguntarse de los líderes republicanos. Sin embargo, tenga la seguridad de que los monarcas que no son capaces de cumplir sus deberes pueden ser reemplazados, y así ha pasado a lo largo de la historia. Considere dos de las monarquías más antiguas y estables; en Gran Bretaña, cuando el rey Jorge III quedó incapacitado, el Príncipe de Gales fue hecho regente y ejerció sus funciones por él. De igual modo, en Japón, cuando el emperador Taisho ya no fue capaz de cumplir con sus deberes, el príncipe heredero se hizo cargo como regente. Por otra parte, incluso en la república de mayor éxito en el mundo, Estados Unidos, sólo dos presidentes han sido sometidos a juicio político, pero ninguno fue echado del puesto.


¡La monarquía es un retroceso arcaico! Sencillamente, ¡su tiempo ya pasó!

Es verdad que la monarquía es una institución antigua y que se desarrolló en forma natural desde los albores del tiempo y el crecimiento de las civilizaciones humanas. Pero la democracia y el republicanismo son también arcaicos. Las ciudades-estado griegas de la antigüedad utilizaron la democracia directa y descubrieron sus limitaciones, y además persistía sólo porque la gente descubrió que podía votar sobre la propiedad de otros. Los antiguos romanos intentaron con el republicanismo a gran escala, y descubrieron que causaba demasiadas divisiones, facciones y guerras civiles, por lo que decidieron que una monarquía era preferible. La república más antigua que existe en el mundo actual fue fundada en 301 d.C. Su tiempo ¿ya pasó?


¿Qué hay de los monarcas crueles, como Nerón o Atila el Huno? ¿Qué beneficio obtendremos si corremos el riesgo por líderes como ésos?

En realidad, mucha más gente fue descuartizada o masacrada en guerras por aquéllos en el poder desde el inicio del período revolucionario que en toda la historia anterior. Nerón o Atila fueron personas malévolas, pero ni de cerca tan malvados como monstruos republicanas del tipo de Stalin, Hitler, Mao o Pol Pot. Fue sólo en la era post-revolucionaria, la era de la política de masas y las ideologías políticas, cuando los gobiernos asesinaron a su propia gente en grandes cantidades. Nerón fue cruel con su propia familia, y luego persiguió a la pequeña minoría de cristianos, y Atila, tan despiadado con sus enemigos, hasta donde sabemos gobernaba con justicia a su propio pueblo. Ningún monarca aniquiló a tantas personas de su propio pueblo como los dictadores comunistas del siglo 20, y todo en nombre de "el pueblo" y "la justicia".


Los reyes son intocables. No tienen idea de cómo vive la gente normal.

Algunas personas creen esto, pero simplemente no es la verdad. La reina Isabel II era mecánica y conductora de camiones durante la Segunda Guerra Mundial; el Rey de Tailandia era un reconocido músico y compositor de jazz; la reina Margarita II de Dinamarca ha pintado ilustraciones para varios libros, incluyendo la edición danesa de "El Señor de los Anillos" . El emperador de Japón cultivaba su propio arroz; el Rey de Camboya era un instructor de baile prácticamente desconocido antes de llegar al trono, y muchos herederos suyos toman empleos ordinarios, a menudo en lugares oscuros donde son desconocidos, después de terminar la escuela. A pesar de lo que la gente piensa, la vida de los reyes no es sólo champán y caviar. Compare esto con muchos presidentes que nunca en su vida han trabajado fuera del sector público, o nunca hicieron servicio militar (a diferencia de la mayoría de los miembros de la realeza), o no conocen otra vida fuera de hacer discursos y emitir votos.


En el mejor de los casos, los reyes son innecesarios. Un presidente podría hacerlo igual de bien.

Falso. Algunas repúblicas tienen presidentes ceremoniales que se suponen apolíticos. Pero invariablemente tienen un trasfondo político y están en deuda con el partido que los nombra. Un monarca, por otra parte, está por encima de todas las divisiones políticas y tiene una conexión de sangre con la historia del país, sus tradiciones y sus creencias más profundas. Ningún político puede representar a un pueblo igual que un monarca cuya historia familiar ha sido la historia del propio país.


Las monarquías deben ser malas, ¡o de lo contrario habría más de ellas!

Ese argumento sólo podría comenzar a tener sentido si la mayoría de las monarquías hubieran caído a causa de una decisión consciente de todo el pueblo. Pero, ciertamente, no ha sido así. La mayoría de las monarquías cayeron o por la fuerza bruta ejercida por una minoría poderosa muy motivada, o porque su país fue derrotado en la guerra y el estado colapsó. Pero ¿qué tal si miramos cómo vive la gente? The Organization for Economic Cooperation and Development publica anualmente una lista de los mejores países para vivir, considerando diversos factores, e invariablemente las monarquías superan con mucho a las repúblicas. El año pasado, 2012, es un caso típico, donde 8 de los 10 mejores países para vivir son monarquías; las únicas repúblicas que aparecen en dicha lista son Estados Unidos y Suiza. Si las repúblicas son tan buenas, ¿su gente no tendría que estar viviendo mejor que la gente de las monarquías?


Los reyes están aparte; no pueden representar a la gente común.

Al contrario, ésa es precisamente la razón por lo que los monarcas pueden representar a todo mundo de una manera que ningún político jamás podría. El presidente Hollande de Francia es un socialista agnóstico; ¿cómo, pues, puede realmente representar a aquellos franceses que son católicos o capitalistas? El presidente Napolitano de Italia fue comunista por mucho tiempo, lo cual, ciertamente, no es representativo de la mayoría de los italianos. El presidente Obama de EE.UU., un liberal de Hawai, no puede tener mucho en común con un conservador de Carolina del Sur. Sin embargo, un monarca, precisamente porque está aparte y no pertenece a ningún grupo particular, puede representar a todo el mundo.



Las repúblicas traen progreso; las monarquías, opresión.

Los hechos históricos dicen lo contrario. Una y otra vez la historia ha demostrado que el fin de la monarquía trae para el país cosas peores, no mejores. En Francia dio lugar al "Reino del Terror", con decenas de miles de guillotinados. En Rusia, la pérdida de la monarquía permitió a los bolcheviques tomar el poder, y de ahí provino la Unión Soviética, que extendió la opresión por todo el mundo y asesinó a millones de personas. En China, el resultado fue un período caótico regido por señores de la guerra, seguido por la guerra civil más sangrienta en la historia del hombre, y luego por una dictadura comunista que cobró la vida de 60 millones de personas. El fin de la monarquía en Alemania y Austria se tradujo en repúblicas divididas que permitieron que Adolf Hitler llegara al poder, devastara el continente y masacrara a 9 millones de personas. La caída del Sha de Irán permitió que una teocracia radical tomara el poder, y que haya propagado el terrorismo en todo el mundo mientras oprime brutalmente a su propio pueblo. Son sólo algunos ejemplos que se podrían citar, y los hechos son indiscutibles.
---------------
Tr WmGilleMoire

lunes, 22 de diciembre de 2014

La mano invisible de la corrupción espontánea ---John T Kennedy


La mano invisible de la corrupción espontánea
Autor: John T Kennedy (*)

En La riqueza de las naciones Adam Smith observó que los mercados generan orden espontáneo y no intencional, como si una mano invisible dirigiera el mercado libre. Para él, el auto-interés individual es la fuerza que mueve a esa mano invisible: “Al perseguir su propio interés, a menudo el individuo promueve el interés de la sociedad de una manera más eficaz que cuando tiene el propósito explícito de promoverlo”.

Propongo que hay otra mano invisible; una que hace que el gobierno genere desorden espontáneo y no intencional. La fuerza que mueve a esta otra mano invisible es la misma: cada individuo que participa en el gobierno está motivado por sus intereses particulares. Sin embargo, mientras que el auto-interés produce una cooperación benéfica en el mercado libre, también conduce rápidamente a la corrupción, cuando esos mismos individuos ejercen el control coercitivo a través del gobierno.

La Teoría de la Elección Pública explica la estructura de incentivos que nutre esta corrupción:
Si bien es de esperarse que los legisladores persigan el “interés público”, sus decisiones son acerca de cómo utilizar los recursos de otras personas, no los suyos propios. Además, esos recursos provienen de quienes pagan impuestos y de quienes son obligados a pagar mediante regulaciones, sin importar si quieren hacerlo o no. Puede que los políticos traten de gastar esos recursos ajenos de manera sabia. Sin embargo, sus buenas decisiones no les producirán ningún beneficio personal, ni obtendrán una porción de aquel dinero que hayan conseguido ahorrar para beneficio de los ciudadanos. No reciben una recompensa directa por luchar contra los poderosos grupos de presión, con el fin de beneficiar a un público que ni siquiera está enterado, o no sabe quién trabajó en su favor. Así, los incentivos para hacer una buena administración son débiles. Por el contrario, los grupos de presión, los grupos con intereses especiales, están organizados por personas que obtendrán enormes ganancias gracias a la acción gubernamental. Por ello proporcionan a los políticos fondos y gente para sus campañas. A cambio, serán escuchados por los políticos, y a menudo recibirán de éstos apoyo para sus metas.
Es decir, como los legisladores pueden cobrar impuestos y obtener recursos mediante la coerción, y como los votantes prestan muy poca atención a los actos de los legisladores, éstos actúan de formas muy costosas para los ciudadanos.

~ Jane S. Shaw: en The Concise Encyclopedia of Economics


¿Por qué los votantes vigilan apenas a sus legisladores? La verdad es que los votantes permanecen sustancialmente desinformados acerca de la conducta de sus legisladores porque así les conviene Cuando un consumidor quiere comprar un automóvil en el sector privado, tiene sentido que se esfuerce por saber qué automóvil se acoplará mejor a sus necesidades, puesto que será él quien reciba todos los beneficios de ese esfuerzo. Pero cuando el votante está decidiendo a qué representante elegir para un cargo público, no ve la necesidad de invertir mucho esfuerzo en ello, puesto que la posibilidad de que su voto influya en el resultado final de la elección es mínima, y porque él no obtendrá una tajada grande de los beneficios que pudiera producir ese voto suyo –el beneficio se distribuirá entre todos. Así, mientras los estatistas afirman que los gobiernos son necesarios para encargarse del problema de los bienes públicos, esto a su vez genera precisamente uno de esos problemas: el problema de controlar al gobierno.

Aun cuando el gobierno persiga de buena fe el interés público, aun así fracasará. Ludwig von Mises expuso la idea crucial: el control del gobierno destruye la posibilidad del cálculo económico. Los precios son las señales necesarias del cálculo económico ya que revelan las preferencias de los individuos. Sin esta medida de las preferencias individuales, es imposible hacer juicios económicos válidos. Y la intervención del gobierno en el mercado distorsiona los precios. El ideal estatista democrático es que las decisiones económicas sean tomadas por sabios representantes que persiguen el interés común. Se supone que a más sabios y justos sean esos representantes, más podremos confiar en ellos, y que si son suficientemente sabios y justos, podrán dirigir nuestros asuntos económicos de una forma que nos beneficiará a todos. Ludwig von Mises refutó este ideal: el gobierno, por muy sabio que sea, no puede administrar razonablemente bien la economía de los gobernados, porque el acto mismo de gobernar destruye la medición de las preferencias individuales, medición que es necesaria para tomar buenas decisiones económicas. El ideal estatista democrático no puede funcionar.

Muchos estatistas pueden tener buenas intenciones. Pueden desear honestamente el beneficio de usted. Pero su defensa del estado no está bien fundamentada, porque la mano invisible de la corrupción espontánea generará, necesariamente, un desorden no intencional.

(*) Originalmente el texto de Kennedy estaba en Strike the Root. Parece, sin embargo, que ya no.


Tr: William Gandhi


domingo, 21 de diciembre de 2014

Monarquía Libertaria --- Mad Monarchist

Monarquía Libertaria

Autor: Mad Monarchist

Original en inglés: Libertarian Monarchy




Sí, es verdad que los libertarios monárquicos existen; y me sorprende la frecuencia con que los he encontrado en el pasado. En otros lugares he señalado cómo la Edad Media monárquica fue quizá lo más cerca que el mundo ha llegado a esa sociedad totalmente privatizada con la que muchos libertarios sueñan. Lo que me lleva a esta nueva revisión del tema es el gran número de libertarios que se asombran ante la idea de un libertarismo monárquico. No importa si eres libertario o no, el punto aquí es que no debiera ser chocante la idea de que un libertario sea a la vez un monárquico. El pensamiento libertario no contradice a la monarquía en la forma en que el comunismo o el socialismo sí lo hacen (el socialismo es el comunismo para alumnos de lento aprendizaje). Después de todo, el socialismo tiene que ver con hacernos a todos iguales, con tratar a todos por igual, y con utilizar el poder del Estado para eliminar todo tipo de discriminación. Sin negar que hoy en día hay monarquías altamente socialistas, es obvio que esto contradice la naturaleza misma de la monarquía, la cual –reconozcámoslo- supone una cierta cantidad de la discriminación: que no todo mundo es igual y que no todos serán tratados de una manera exactamente igual.

Por otra parte, los libertarios, que apoyan el capitalismo puro, admiten que la igualdad total es imposible e incluso no deseable. Aceptan que en el mercado libre algunos serán mejores que otros; algunos tendrán más, otros menos, y, como resultado de la competencia, "la crema se elevará a lo alto", como suelen decir. Puede que algunos libertarios no quieran decirlo, o que lo encubran con un lenguaje que suene como republicano, pero es inherente a todo sistema capitalista el que emerja una élite natural. Eso pasa siempre; ni siquiera los gobiernos más socialistas o comunistas pudieron evitarlo, y todavía tienen una elite que intenta negarlo o lo justifica como algo temporal. En cambio, los libertarios admiten que algunos tendrán éxito, que algunos lo harán mejor, y que por tanto habrá desigualdad en una sociedad libre. Por ello me sorprende mucho que los libertarios miren con desdén a las monarquías. Ciertamente, no todo monárquico es un libertario (muchos se estremecerían ante la idea de serlo), pero todo libertario debiera ser un monárquico si llevara sus propias ideas hasta su última conclusión lógica. Dado que la mayoría de los libertarios aceptan y entienden la desigualdad inherente a su sistema ideal, dado que no tienen problema con esto y aun lo celebran como algo positivo, me sorprende mucho su sensiblería igualitarista cuando se habla de la monarquía.

Voy a esto: puesto que los libertarios creen que todo mundo debería tener la libertad de hacer lo que quiera, es absurdo decir que no tiene el derecho de elegir a su jefe de Estado. Debo confesar que este tipo de "lógica" no tiene sentido para mí. Yo pensaba que el libertarismo tenía que ver con el derecho a tomar decisiones para uno mismo, pero no para otras personas. Pero de eso trata la democracia: de que el 51% de la masa decida por el otro 49%. Al votar por el jefe de Estado eso te afectará no sólo a ti, sino también a otros. Por lo menos estarás diciendo a otros hombres lo que van a hacer durante los próximos cuatro años de su vida (o lo que dure el mandato). Yo pensaba que el libertarismo tenía que ver con la libertad de tomar decisiones que te afectan a ti, pero no con tomar decisiones que afectan a los otros. De hecho, la "lógica" de que el empleo más importante –el de jefe de estado- es algo que debe decidirse democráticamente siempre me ha parecido contraria a los principios fundamentales del libertarismo. Parece exactamente lo opuesto a lo que el libertarismo debiera ser. Si uno de los  principios esenciales y centrales del libertarismo es que cada individuo es superior al colectivo, no logro entender porqué se considera muy libertario dejar que los individuos decidan todo, pero a la vez, cuando hay que elegir al jefe de Estado, se insiste en que esa decisión debe tomarla la colectividad.

Ningún libertario que se precie diría que las decisiones en una empresa deben ser tomadas por la voluntad democrática de los trabajadores de esa empresa. Los libertarios estarían de acuerdo en que la propiedad controlada por un individuo irá mucho mejor si las decisiones las toma ese individuo, no un colectivo; por tanto, siguiendo los principios libertarios, es razonable que un país sea gobernado por una sola persona, no por un colectivo. Un libertario que ha señalado esto, de manera admirable, es el economista Hans-Hermann Hoppe, en su obra Democracy: The God that Failed. Desde hace tiempo ha mostrado cómo las monarquías tradicionales se gobernaban mucho mejor que las democracias. Porque un monarca es, o al menos se percibe a sí mismo, como el "dueño" de su país, y se encarga de ello tan diligentemente como alguien lo haría con su propiedad; mientras que el político elegido democráticamente es sólo el cuidador temporal de un país, y trabaja sólo para saquearlo tanto como puede, y mientras puede, antes de que su mandato termine. Como explica Hoppe, la monarquía es una forma privada de gobierno, mientras que la democracia es una forma colectiva de gobierno, y él, como libertario, encuentra que la monarquía es  por ello superior. Encuentra también algunos patrones históricos y económicos que apoyan su tesis, sobre todo en las monarquías tradicionales de la Edad Media, cuando el "gobierno" era minúsculo, los impuestos eran intermitentes o inexistentes, el gasto era bajo, las deudas de guerra eran el único tipo de la deuda; e incluso las propias guerras se libraban de forma limitada, pues los reyes perseguían metas específicas y no deseaban perder sus ejércitos, cuyo equipamiento y manutención eran costosos.

Así también, los libertarios enfatizan fuertemente el derecho a la propiedad privada, y entonces no debiera haber duda de que la democracia perjudica a la propiedad privada más que la monarquía. Desde los días de la antigua Grecia es bien sabido que las democracias fracasan tan pronto las personas descubren que pueden votar o tomar decisiones sobre la propiedad de otros. Y proceden a sangrar a los productores, los dejan con poco o sin nada, y la sociedad se derrumba como consecuencia; y esto siempre sucede porque, sea una democracia directa o una democracia representativa, los políticos aprenden con la misma rapidez que la manera de alcanzar y mantenerse en el poder es tomar de la minoría y dar a la mayoría. Nadie vota contra un político que le promete más cosas gratis. Por otro lado, nada es absoluto, pero un monarca está en una posición inherentemente superior para salvaguardar la propiedad privada, aunque sólo sea por su propio bien. Como dijo el rey Carlos I en su última declaración en el juicio, al defender sus propios derechos, defendía el derecho de cada súbdito a lo que era legítimamente suyo. Si se permite a la mayoría tomar lo que pertenece a la minoría, ¿qué impedirá que tomen también lo que pertenece al monarca? Él es, después de todo, la última minoría, puesto que sólo hay un rey. Nada lo impedirá; por ello el monarca desearía evitar que eso suceda.

De hecho se podría argumentar que la monarquía tradicional es la única forma en que un país libertario puede ser gobernado. Porque cualquier otro sistema implica el gobierno de colectivos de tamaños diversos; pero el liderazgo individual a nivel nacional sólo puede ser ejercido o por un monarca o por un dictador. Ahora bien, aquéllos que piensen que un dictador podría ser algo mejor, piénsenlo una vez más. Los dictadores son movidos por ideologías políticas, y normalmente no heredan su liderazgo a su propia sangre. Algunos consiguen hacerlo, como en Siria y Corea del Norte, pero siguen vinculados a ideologías políticas profundamente erróneas. Ahora, si ese dictador imaginario no tuviese ideología política y su dictadura fuera hereditaria, alguno preguntaría en qué se distingue eso de las viejas monarquías absolutistas, no tradicionales. Pero el que pregunte tendría que ser extremadamente preciso, y en todo caso el debate se tornaría insustancial y llevaría a inútiles disputas y controversias terminológicas.

Hoy en día no hay país que pueda ser considerado un paraíso libertario. Muchos países se están moviendo o se han movido en direcciones más libertarias en temas sociales (la legalización de la prostitución, el consumo de drogas, la homosexualidad, los juegos de azar y el aborto); pero muy pocos siguen consistentemente una dirección libertaria en el frente económico. Por el contrario, se aferran a la idea de economías mixtas o economías socialistas con planificación central, redistribución de la riqueza a través del estado, altos impuestos y regulación excesiva. Aun así, en el frente económico, nadie puede negar el éxito de micro-estados monárquicos, como Mónaco y Liechtenstein, o el de dependencias de monarquías con gobierno autónomo, como las Islas Caimán o la Isla de Man. Estos países tienen impuestos muy bajos, muy poca regulación y una gran libertad económica que los ha convertido en lugares fabulosamente ricos. Tienen también un rey que los gobierna directamente, o un representante del rey que los trata con una benigna negligencia (y no, eso no es malo: Hong Kong se convirtió en la envidia de Asia gracias a eso: una negligencia benigna). En el caso de Liechtenstein y (quizá aún más) Mónaco, el Príncipe Soberano ha sido comparado a menudo con el dueño de una gran compañía. Estas compañías han sido bien administradas, ambas son muy prósperas, y ciertamente sus gentes no se sienten oprimidas, conservan los frutos de su trabajo, y en su gran mayoría apoyan a la monarquía y están satisfechos con la cantidad de poder que detenta su príncipe.

El problema, me parece, es que mucha gente, incluidos muchos libertarios, tienen muy adentro en su cabeza la idea de que democracia = libertad, y de que, por lo tanto, todo libertario debe oponerse a la monarquía y apoyar la democracia. Sin embargo, de hecho la democracia no es garantía de libertad personal, ni es un contrapeso eficaz del poder estatal. El actual Presidente de los Estados Unidos tiene más poder sobre las vidas de sus "ciudadanos" que el rey Luis XIV de Francia tuvo jamás sobre sus súbditos. La democracia es sólo un método de elección, y al contrario de lo que muchos parecen pensar, la libertad personal muy fácilmente puede ser expulsada en una democracia. En The Federalist Papers No.25, el "Padre Fundador” Alexander Hamilton escribió: "Es una verdad demostrada por la historia que el pueblo siempre corre el mayor peligro cuando los medios de perjudicar sus derechos están en manos de aquéllos de los que el pueblo menos sospecha". Esto es verdad, y es exactamente la razón por la cual la democracia ha traído consigo mayor tiranía que las monarquías tradicionales. Lo más cerca que el mundo llegó a una sociedad privatizada fue durante las monarquías de la Edad Media, y aunque, en teoría, es al menos posible que una sociedad más libertaria pueda darse en una monarquía, es imposible creer que una democracia podría ser libertaria cuando cualquiera, con sólo votar, puede echar todo abajo. Como dije al comienzo, no todo monárquico debiera ser un libertario (yo no lo soy, y no intento convertir a nadie), pero, dados los hechos, sin duda cada libertario debería ser un monárquico.


Tr: WmGilleMoire

*******************************