Conservadores anarquistas
Por Daniel McCarthy (Julio 7, 2001)
Para la mayoría de los conservadores, el término "libertario"
evoca visiones de homosexuales fumando marihuana, evasores del servicio militar
y lockeanos dogmáticos que exaltan al individuo a expensas de Dios y la
familia. Russell Kirk, una autoridad en el conservadurismo tradicionalista, describe
al “libertario típico" como alguien "sin sentido del humor,
intolerante, arrogante, mal educado y aburrido. Al menos, el anarquista ruso de
viejo cuño era audaz, alegre, y sabía a qué sexo pertenecía”. Esto, en su ensayo “A Dispassionate Assessment of Libertarians.” (1) Algún ensayo
de Kirk, anterior, “Libertarians: the Chirping Sectaries”, era menos
caritativo.
Los racionalistas podrán argüir que estas críticas son ad
hominem, pero para los conservadores siguen siendo válidas. Al conservadurismo
tradicionalista le preocupa el estilo de vida tradicional, de obediencia a la religión, la familia y las normas de la civilización. Los
conservadores serios evalúan las políticas y las filosofías políticas de acuerdo a
la forma en que propician esas instituciones. Es comprensible, pues, que un
movimiento político que busca acabar las prohibiciones contra la droga, la sodomía y la pornografía
sea poco atractivo para los conservadores. (Aunque muchos conservadores
aprecian el alcohol, las chicas y el "arte").
Los conservadores y los libertarios podrán debatir una y
otra vez en FreeRepublic o en el National Review o Modern Age, y podrán
discutir sobre los méritos de Locke o de Paine, o sobre la diferencia entre
libertad y libertinaje. Todo eso está bien: son discusiones entretenidas
y a veces logran cambiar alguna mente. Pero el debate es fundamentalmente erróneo.
Si los libertarios tienen razón en algunos puntos, es irrelevante. La cuestión
más importante es cómo el Estado moderno afecta a las instituciones -familia,
iglesia y comunidad- que los tradicionalistas quieren conservar.
El estado moderno ¿ha hecho algún bien a esas instituciones?
Si así fue, ¿lo bueno compensa los daños? El sistema federal de carreteras ha
erosionado el sentido de pertenencia a las comunidades, por lo que es más fácil que tú dejes tu comunidad. El Internet desarrollado por el gobierno federal ha hecho tanto por
la pornografía, que ni siquiera un ejército de Larry Flynts podría igualarlo.
El estado moderno prohíbe el asesinato y el robo, pero el asesinato y el robo
fueron controlados con mayor eficacia por las sociedades antiguas, la polis
clásica y la cristiandad medieval, las que, bajo los estándares hoy vigentes, serían sociedades prácticamente sin
estado. Y es el estado moderno el que da protección legal a esa clase de
asesinos conocidos como abortistas.
Cualquier examen de los antecedentes del estado, superficial
o profundo, mostrará lo mismo: que el estado moderno ha sido iimplacablemente destructor de la religión, la familia y la comunidad, tanto como de las vidas individuales. Esto ha llevado a algunos conservadores reflexivos del siglo
pasado a abrazar el nombre “anarquista”, no en el sentido de oponerse a toda
autoridad, pero sí para oponerse específicamente a la autoridad artificial del moderno
estado nacional.
JRR Tolkien, el novelista británico y católico tradicionalista, escribió en 1943: "Mis ideas políticas se inclinan cada
vez más hacia la Anarquía (en sentido filosófico, es decir, la abolición
del control, pero nada que ver con hombres barbudos que portan bombas), o hacia la Monarquía 'inconstitucional'".
Quienes conocieron a Auberon Waugh, otro
inglés conservador de la alta cultura, lo describen como "muy, muy duro
con la policía, algo que no muchos conservadores habrían aprobado. Era un
anarquista de verdad. Detestaba todas las formas de actividad política y sospechaba de todos los políticos de cualquier partido ".
De este lado del Atlántico, antes de 1945 la mayoría de los conservadores eran radicalmente anti-estatistas, y no creían en el mito del "gobierno
limitado". Aquí un pasaje de Albert Jay Nock, en 1928, en “Anarchist’s
Progress": (2)
"Todo mundo sabe que el estado proclama y ejerce el
monopolio del crimen del que hablé hace un momento, y hace de este monopolio algo
tan estricto como puede. Prohíbe el asesinato privado, pero él mismo organiza el asesinato
en una escala colosal. Castiga el robo privado, pero sin escrúpulos toma lo que
quiere de la propiedad de los ciudadanos o extranjeros. No hay, por ejemplo,
ningún derecho humano, natural o constitucional, que no haya sido nulificado por
el Gobierno de los Estados Unidos. De todos los crímenes cometidos por ambición o venganza, no hay uno solo que no le hayamos visto cometer: asesinato, caos, incendio, robo, fraude, colusión y complicidad criminal".
Los tradicionalistas no debieran tener dificultad alguna
para comprender por qué el estado moderno es tan corrupto y destructivo. Tal es
el resultado inevitable de la concentración de poder en manos humanas. Sin el
estado, los hombres seguirían siendo peligrosos, pero no tendrían a su
disposición toda una institución en la que el poder permanece concentrado y sin
control. La reforma del Estado es imposible y utópica: habría que reformar la
naturaleza humana. Por el contrario, hay precedentes históricos de la anarquía
y la cuasi anarquía (de nuevo, varias formas medievales y clásicas de
organización humana), y aún hoy existen comunidades pequeñas e independientes,
como Mónaco y Liechtenstein, Singapur y Hong Kong, que son más felices y más
prósperas que cualquier estado-nación. El más grande de los conservadores,
Aristóteles, pensaba que la forma natural de organización era la ciudad-estado,
que es mucho más humana que las sociedades de masas anónimas de los estados nacionales
modernos.
La enorme riqueza y el poder del estado moderno nunca ha
sido utilizada para el bien, y no hay razón para pensar que algún día lo será. Poco
a poco algunos conservadores cristianos se dan cuenta de esto. En un discurso
de 1998, Paul Weyrich, co-fundador de la Heritage Foundation and Moral Majority
, declaró que no hay una mayoría moral en este país, y que tal vez nunca la
hubo. Weyrich recomienda la secesión cultural a los conservadores. Pero deja
abiertala pregunta: ¿por qué sólo secesión cultural? No importa cuánta
educación hayas recibido en casa, o cuántas estaciones de radio cristianas
existan, la ley y la autoridad política de la tierra en la que vives siempre te
afectarán. La secesión cultural y una actitud defensiva hacia la política no
son suficientes. Tan sólo pregunta a los Davidianos.
Sea o no verdadero el estereotipo del libertario de Russell
Kirk, debería ser obvio que la verdadera amenaza para las instituciones de la
Iglesia y de la familia y para todo tipo de decencia humana no proviene de hippies
homosexuales fumadores de marihuana: proviene de la implacable centralización y
secularización del estado moderno. Con esto en mente, incluso si los
conservadores se niegan a ser libertarios, sin duda debieran ser anarquistas.
---------------------------------------------------
(1) Kirk, Russell. “A Dispassionate
Assessment of Libertarians.” Freedom and Virtue: The Conservative / LibertarianDebate, George W. Carey, ed. Wilmington, DE: ISI Books.
(2) Nock,
Albert J. “Anarchist’s Progress.” The Superfluous Men: Conservative Critics ofAmerican Culture 1900-1945, Robert M. Crunden, ed. Wilmington, DE: ISI
Books.
************
Tr: WmGM
************
Tr: WmGM
No hay comentarios:
Publicar un comentario